Pelea en medio del pasillo. {Yani & Skye}

Con la camisa blanca, un tanto asalmonada por culpa del tiempo y por falta de dinero para comprarse otra, por fuera del pantalón grisáceo que llevaban como uniforme en la escuela, iba el pelirrojo tan tranquilo andando con dos de sus amigos, uno a cada lado de él, por los pasillos de la escuela. Iban riendo y haciendo el idiota como de costumbre. Y por ello, Septimus acabó por tropezarse con un alumno un año mayor que él de la casa enemiga. Un Slytherin. El tipo en cuestión media casi metro noventa, y aunque el Gryffindor sobrepasaba en altura a más de uno, a aquél no. Así que no tuvo más remedio que alzar la mirada hacia arriba un poco, para encontrarse con dos orbes de un negro azabache escalofriante. Septimus no pudo reprimir una mueca de desagrado. No era la primera vez que estos dos se veían. Era uno de los sustitutos de los golpeadores de Slytherin. Ese tío era bruto por naturaleza. Su físico lo decía todo. Y su voz grave, eran como un bramido. ¿Por qué a él? Pensó mientras comenzaba a prepararse para lo que podía venir en aquellos momentos. Seguro que se le iba a echar encima. Lo presentía. No sería la primera vez que acabaran a tortazos. No después de lo que pasó en el campo de Quidittch el año anterior. Se montó una buena pelea entre ambos equipos. Y a él le tocó pelear con ese. En realidad era su contrincante aquella vez. Y es que el bruto este le había tirado una bludger en toda la cara apostas. Solo para fastidiarle. Así que acabó por romperle la nariz, tal y como él había hecho con la suya minutos antes.

- ¿Tú otra vez? ¿Quieres más, eh? ¿No te has quedado satisfecho desde la última vez? – aquellas palabras arrugaron el ceño del pelirrojo. Ah no. Si él quería pelear, la tendría. Pues podría haber dejado que él se disculpara y después ambos seguir su camino como si nada hubiese pasado. Pero si él tío se empeñaba en pelear, estaba claro que no iba a quedarse muy atrás. – Tal vez. Aunque que yo sepa ya te di tu merecido. Puede ser que el que quiera más seas tú. Imbécil. – le espetó formando en sus labios rosados una sonrisa burlona. Se cruzó de brazos, esperando o bien el golpe, o bien que las babas de este al gritarle, como siempre solía acabar haciendo. Aquél inútil era más predecible que el tiempo en Londres. Y si le gritaba, se las vería con él. Pues odiaba los gritos sin sentido. O mejor dicho, en general. Sus amigos estaban a ambos lados del pelirrojo, dispuestos a pelear también. Eran una piña, y aquél fortachón se las estaba buscando el solo. O es que era tan miope que no se había dado cuenta de que Septimus no estaba solo. Sino muy bien acompañado.

Y en efecto. El tío, llamado Carl, le echó las babas en la cara al gritarle como un toro enfurecido por aquella contestación tan burlona que le había dado el Gryffindor. El pasillo, donde había más alumnos, quedó en un silencio sepulcral. Estaban esperando a ver qué pasaba a partir de ahí. Conocían el carácter del pelirrojo Weasley. Y sabían que sobras que no iba a quedarse de brazos cruzados ante esa amenaza un tanto repugnante. Septimus sacó un pañuelo con su nombre bordado, cortesía de su madre, en una esquina, para limpiarse la cara con tranquilidad. El tipo se enfureció más aun al verle tan calmado. – Menudo maricón estás hecho. – le asaltó riéndose de él. Septimus entonces guardó su pañuelo y dijo - Para nenaza, tú. - y sin darle tiempo a reaccionar al otro, le pegó un puñetazo en la cara. Aquello solo significaba algo. Pelea en medio del pasillo.

Ambos chicos ya estaban en el suelo, peleándose a puñetazo limpio, algo que en realidad, el pelirrojo no había pretendido, pero aquél idiota le había buscado bien las cosquillas, y ahora le estaba dando su merecido. Levantó el puño, mientras su rostro se endurecía. Estaba a punto de darle un buen puñetazo, cuando una voz femenina les asaltó. El pelirrojo levantó la mirada, y se encontró con una chica, la cual llevaba una insignia de prefecto en el pecho de la túnica, curiosamente con los colores de su misma casa. Entrecerró ligeramente los ojos. Aquella muchacha le había fastidiado su golpe maestro, que con ello, finalizaría la batalla campal que se había llevado a cabo en los pasillos del castillo. Ahora, atestado de alumnos curiosos y entrometidos, que no sabían hacer nada más que eso. Chafardear.

Los amigos de Septimus, le ayudaron a levantarse de encima del grandullón, el cual se levantó con ganas de más, pero al ver como relucía aquella insignia dorada en el pecho de la joven morena, calló de repente, no queriendo llevarse un buen castigo. O mejor dicho, no queriéndose llevar dos castigos, pues el mal ya estaba hecho. Septimus se limpió el hilillo de sangre que caía desde la comisura de su labio inferior derecho, con la manda de su túnica. Se acomodó bien el cabello pelirrojo, el cual estaba totalmente alborotado, con algunos mechones hacía un lado y hacía otro.

-Nada. – comentó él con seriedad, mirando de reojo al Slytherin. Se había quedado con ganas de meterle una buena paliza, por idiota.